Quienes hemos estado en una carpa roja estoy segura coincidimos en describir la experiencia como un tiempo y espacio seguro, de reconexión con una misma, de presencia, de arrullo íntimo.
Resulta complicado señalar con exactitud el inicio de las Carpas Rojas debido a la naturaleza de su transmisión. La presencia, la participación, la palabra y el movimiento son indispensables para la continuidad de las mismas. La autora Anita Diamant nos crea un imaginario bíblico en su novela «La Tienda Roja» con el cuál podemos identificarnos después de ajustar el contexto. En la búsqueda, vamos encontrando diferentes formas de nombrar, a lo largo del tiempo y los pueblos, estos encuentros de mujeres caracterizados por ser espacios de transmisión de saberes relacionados con el cuerpo de la mujer.
Lo más probable es que en cada época y territorio, la Carpa Roja se adapta a las necesidades y realidad, en la actualidad surgen como un movimiento para proveer un espacio seguro, de aprendizaje colectivo, de encuentro y reconocimiento entre las mujeres de la comunidad donde retomar o recordar información sobre nuestra ciclicidad, sexualidad, reproducción y cuidado de nuestra salud. Estamos ante un florecimiento de las carpas rojas en respuesta no solo al rezago educativo en sexualidad que caracteriza a la sociedad occidental, sino también a la apropiación de autonomía y soberanía en la gestión de nuestra salud. En diferentes países resurgen como práctica grupal para relacionarnos desde la sororidad, empatía, escucha y respeto.
Entre las mujeres hay una memoria antigua que anhela volver a la sabiduría cíclica
En las Carpas Rojas recordamos nuestra sabiduría cíclica, reconectamos con la maestra aprendiz de la escuela interior que portamos cada mujer en nuestro ciclar, para entender los procesos más elementales de la vida misma.
Cuéntanos ¿Has estado en un Carpa Roja? ¿Cómo ha sido tu experiencia? Si no has ido y quieres, escríbenos, te compartimos fechas o enlaces con guías de Carpa Roja en tu región.